Las salmonellas se encuentran de forma natural en el intestino del ser humano y de los animales, por lo que las heces son un foco de contaminación de los alimentos y del agua. Los alimentos implicados de forma más frecuente en esta infección suelen ser huevos crudos (mahonesas, clara batida, sopas o leche con yema) o poco cocinados, aves mal cocidas y alimentos cocinados que se han dejado sin refrigerar durante varias horas.
Los síntomas que caracterizan esta infección son náuseas, dolor abdominal, diarrea y fiebre alta durante las siguientes 8 a 36 horas después de la ingesta del alimento contaminado. La hospitalización no es extraña si persiste la fiebre elevada y la diarrea, ya que se produce gran deshidratación, causada por la importante pérdida de líquidos.
Debido a los procesos diarreicos y a los vómitos que acompañan a toda toxiinfección, se produce gran pérdida de agua y sales minerales. Por ello, tomaremos desde el inicio suero oral ya preparado en farmacias o la solución rehidratante elaborada en casa (1 litro de agua hervida, zumo de uno o dos limones, dos cucharadas soperas de azúcar, 1-2 de bicarbonato y una de sal). Lo acompañaremos con otros líquidos templados (agua de arroz, té o manzanilla con limón).
A medida que mejoren los síntomas se realizará una dieta astringente a base de arroz, patata y zanahoria cocidos; pollo sin piel, carne magra de ternera o cerdo, pescado blanco a la plancha o hervido, plátano maduro, manzana rallada algo oxidada (astringente), membrillo, pomelo... Probar con un yogur natural no azucarado al día, le ayudará a regenerar y a recuperar el equilibrio de la flora intestinal antes de comenzar a tomar ningún otro lácteo. Una vez desparezcan los síntomas, reiniciar progresivamente una alimentación normal.
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